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Superman Reseña: El regreso del verdadero héroe

El cine de superhéroes llevaba años transitando un camino donde la oscuridad, la violencia y el cinismo parecían ser la norma. Desde antihéroes despiadados hasta reinterpretaciones que reducían la esencia de los personajes, parecía que habíamos perdido al Superman que alguna vez nos dio esperanza. Con esta nueva entrega, esa figura luminosa regresa.

Lo primero que hay que decir es que Superman es una gran película. No pretende ser cine de autor ni la reinvención radical del género, sino la recuperación de un ícono que había quedado desdibujado. Este Superman recuerda al de los noventa: cálido, moral, preocupado por la humanidad, pero también consciente de que hacer el bien no es tan sencillo en un mundo marcado por la política, la guerra y la ambigüedad moral.

Aquí, el héroe no es un dios inalcanzable ni un monstruo con capa al estilo de The Boys. Es un verdadero superhéroe, alguien que sabe que cada acción tiene consecuencias y que resolver los problemas a golpes no basta. No busca evangelizar a sus enemigos ni ofrecerles redención barata; simplemente reconoce que hay un orden, una justicia, una responsabilidad. Y eso, en estos tiempos, se siente refrescante.

La película logra equilibrar esta vulnerabilidad emocional con un despliegue espectacular de acción. Desde la primera secuencia, donde vemos a Superman derrotado y lanzado hasta la Antártida, hasta los enfrentamientos políticos que recuerdan inevitablemente a conflictos contemporáneos como Rusia contra Ucrania, el ritmo no decae. En sus dos horas y cinco minutos, no hay momento muerto: cada escena empuja la historia, ya sea con emoción, tensión, humor o incluso ternura (sí, incluso con un perro torpe que, aunque no sea el Cripto que conocemos, aporta su dosis de encanto).

El antagonista es otro de los grandes aciertos. Este Lex Luthor es, quizá, el más despiadado y complejo que hemos visto en pantalla: obsesivo, cruel, con un sadismo que lo convierte en un villano memorable. Pero al mismo tiempo se siente humano, marcado por sus inseguridades y su necesidad de control. Es el tipo de enemigo al que detestas con intensidad y, a la vez, entiendes en su miseria.

La película también se atreve a jugar con elementos fantásticos y casi surrealistas: universos de bolsillo, criaturas mutantes y revelaciones inesperadas que aparecen en los momentos justos para sacudir la trama. Y sin caer en el caos narrativo, cada pieza suma a un desenlace cargado de emoción.

Si algo puede reprochársele es que, al final, falta ese golpe de efecto típico del género, ese guiño que anuncia una secuela con estruendo. Sí hay dos escenas postcréditos que valen la pena, pero quizá el cierre pedía un poco más de contundencia.

Aun así, la película cumple con creces. El nuevo Superman no es Henry Cavill, pero logra algo aún más importante: hacernos sentir al personaje. Nos recuerda por qué este héroe ha sido, durante décadas, un símbolo de esperanza.

Mi veredicto: 9.5/10.
Una película que devuelve al superhéroe su lugar en el imaginario popular y que merece ser vista en pantalla grande. Fans o no fans de DC, saldrán sorprendidos y, probablemente, con una sonrisa en el rostro.

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