
El sonido del éxito: cómo un buen sistema de audio puede aumentar las ventas de un restaurante
En el universo de la hospitalidad contemporánea, ya no basta con que un restaurante sepa a gloria. También tiene que sonar como un lugar al que quieres volver. Porque si la música suena bien, el ambiente se vuelve inolvidable. Y cuando eso pasa, las ventas se disparan.
Imagina que entras a un restaurante. Todo luce bien: iluminación cálida, mesas bien montadas, el aroma de la cocina flota en el aire. Pero algo no cuadra. La música es demasiado fuerte, distorsionada, o tal vez es buena, pero suena mal. Entonces lo sabes: ese lugar no es para quedarse. Y te vas.
Ahora imagina lo contrario. Llegas a un espacio donde el sonido es envolvente, suave, potente sin ser intrusivo. La música (ni una playlist genérica ni una fórmula reciclada) está diseñada para ese momento. No es el fondo, más bien, es parte de la experiencia. Te sientes bien. Te relajas. Te quedas. Y probablemente pides otra copa.
Este tipo de situaciones no son subjetivas: están documentadas. En un mercado tan competitivo como el de los restaurantes, donde cada detalle suma (y uno malo resta), la calidad del ambiente sonoro puede marcar la diferencia entre una noche promedio y una que genera ingresos adicionales, lealtad a la marca y recomendaciones boca a boca.
Estudios internacionales, como el conducido por Soundtrack Your Brand junto al Instituto Sueco de Retail, han demostrado que el diseño musical intencionado y un sistema de sonido de alta fidelidad pueden aumentar las ventas hasta en un 9.1 %. Y eso, en contextos de rotación alta, puede escalar mucho más. En algunos casos, incluso se ha medido un aumento de hasta el 30 % en el consumo general, sobre todo en ventas complementarias como vinos, cócteles o postres.
México no es la excepción. De acuerdo con estudios recientes realizados por agencias de comportamiento del consumidor en Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, el 58 % de los comensales afirma haber prolongado su estancia en un restaurante “porque se sentían cómodos con la música”. Más aún: el 64 % ha pedido una bebida extra simplemente por querer seguir disfrutando el ambiente.
Esos números, traducidos a un sábado por la noche, pueden representar miles de pesos de diferencia. La ecuación es sencilla: si el cliente se queda más tiempo y se siente mejor, consume más. Pero esa comodidad no es casual ni improvisada. Se construye. Y se escucha.
Aquí entra Margules.

Fundada en México en 1927, Margules es una de las empresas más prestigiosas del mundo en sistemas de audio de alta fidelidad. Pero más allá de sus equipos (que combinan ingeniería analógica con precisión artesanal), Margules se ha especializado en algo todavía más complejo que es crear emociones a través del sonido. Su filosofía parte de una premisa sencilla y poderosa, no diseñan bocinas, diseñan atmósferas.
Sus sistemas no están pensados para sonar fuerte, sino para sonar bien. Para integrarse en el espacio, respetar la arquitectura del lugar, potenciar su narrativa. Es la diferencia entre un restaurante donde la música se reproduce y otro donde la música se interpreta. El sonido se vuelve un elemento activo de la experiencia, y cuando eso sucede, cambia la percepción del comensal. Se siente más cómodo, más conectado, más receptivo.
Una de las tecnologías más distintivas de Margules es su sistema ANA® (Alineación Neuro-Acústica), que trabaja con principios psicoacústicos para alinear las frecuencias y crear un entorno sonoro que el cerebro interpreta como emocionalmente armonioso. El resultado no solo se escucha, se siente. Y ese es el verdadero lujo: uno invisible, pero profundamente efectivo.
Restaurantes de alta gama, conceptos de autor, bares boutique y espacios multisensoriales han comenzado a integrar este tipo de soluciones en su diseño desde la primera etapa del proyecto. Ya no se trata de poner una bocina en la esquina y conectar Spotify. Se trata de elegir el sonido como parte de la identidad del lugar.
Un ejemplo notable es cómo algunos restaurantes que integraron sonido profesional Margules en sus espacios reportaron mayor consumo, mayor tasa de repetición de visitas, mejor puntuación en reseñas y un incremento en la percepción de calidad. En otras palabras, el sonido bien implementado hace que el lugar parezca más caro, más exclusivo, más memorable. Y eso también vende.
Porque cuando un espacio suena bien, se convierte en un imán. La música correcta, en la frecuencia correcta, crea atmósferas donde la gente quiere quedarse. Y cuando uno se queda, compra. Y cuando compra, vuelve.
En tiempos donde la experiencia lo es todo, el sonido ya no es un complemento: es un motor de ventas. Y como todo lo que funciona, debe ser bien diseñado, bien ejecutado y perfectamente afinado. Margules lo sabe. Y por eso no solo amplifica el sonido de un lugar: amplifica su alma.


