
Skincare y redes sociales, el nuevo manual de crecimiento
Hay una nueva obsesión entre niñas y adolescentes: el skincare. Lo que antes era un mundo reservado para adultos (y, más específicamente, para mujeres preocupadas por las arrugas, el tono desigual o el daño solar) hoy se ha convertido en parte de la rutina diaria de niñas de 8, 9 o 10 años. Y no se trata solo de lavarse la cara o ponerse un poco de crema. Hablamos de rutinas completas de más de seis pasos que incluyen tónicos, sueros con ingredientes activos, cremas costosas, herramientas como rodillos de jade y hasta protectores solares con fórmulas de lujo. Lo más preocupante es que muchas de estas niñas no comprenden del todo lo que están usando, ni lo necesitan. Pero la presión es real.
El término #SephoraKids comenzó como una tendencia y rápidamente se volvió una alarma. El hashtag, junto con otros como #GRWM (Get Ready With Me), suma millones de vistas en TikTok y otras plataformas. En ellos, niñas menores de 12 años muestran sus rutinas diarias con productos para adultos, mientras imitan lo que ven en influencers, youtubers y celebridades. Marcas pensadas para pieles adultas con necesidades específicas se convirtieron en regalos recurrentes en fiestas infantiles. Las tiendas de cosméticos, especialmente en Estados Unidos, reportan que un número cada vez mayor de sus compradoras más jóvenes entran sin padres, con listas bien definidas y una clara influencia de lo que vieron en redes.
El fenómeno tiene múltiples lecturas, todas complejas. Por un lado, existe el deseo natural de pertenecer, de crecer, de formar parte del mundo adulto. Pero por otro lado, se ha desdibujado por completo la frontera entre el juego y el consumo, entre el cuidado y la obsesión estética. De acuerdo con dermatólogos y pediatras entrevistados por The New York Times y Washington Post, el uso inadecuado de estos productos puede causar daños reales: brotes de acné, irritaciones, sensibilidad a largo plazo e incluso condiciones dermatológicas difíciles de tratar. Ingredientes como el retinol, los AHA/BHA, la vitamina C en altas concentraciones o incluso ciertos aceites esenciales pueden resultar demasiado agresivos para una piel infantil que apenas está desarrollando su barrera natural.
No es solo una cuestión física. También hay consecuencias psicológicas. Según estudios recientes citados por The Guardian y la Asociación de Psicología Americana, la exposición constante a estándares irreales de belleza en redes sociales ha incrementado la ansiedad corporal en menores de edad. Hoy, niñas que aún no han pasado por la pubertad ya sienten la presión de “verse bien”, tener una piel perfecta, o cumplir con una rutina que las mantenga “cuidándose” desde temprano. La idea de que la belleza se trabaja, se construye y se consume, ha calado profundamente en una generación hiperconectada.
Y todo esto, en un contexto donde el mercado del skincare crece sin freno. Según Statista, el valor global del sector superará los 180 mil millones de dólares en 2025. Una parte significativa de ese crecimiento se debe a nuevas consumidoras jóvenes que, aunque no tienen poder adquisitivo propio, influyen directamente en las decisiones de compra en casa. Las marcas, por supuesto, han tomado nota. Algunas de forma ética y consciente; otras, simplemente adaptando su empaque a un diseño más “cute” para atraer a esta nueva audiencia.
El cuidado de la piel no debería ser una carga ni una competencia. No necesita 10 pasos, ni una inversión de miles de pesos. Lo que niñas y adolescentes requieren, según múltiples especialistas, es una rutina breve: limpieza, hidratación, protección solar. Nada más. Lo que necesitan es aprender a cuidar su piel sin miedo, sin culpa y sin sentirse mal si no siguen la rutina perfecta de TikTok. Y lo que las marcas responsables deben ofrecer es eso: claridad, información accesible, productos pensados para esta etapa y no para impresionar a un algoritmo.
La conversación sobre skincare infantil y adolescente debe dejar de ser una tendencia viral y empezar a ser un debate serio: sobre educación, salud dermatológica, salud mental y también sobre responsabilidad empresarial. ¿Quién está cuidando a estas niñas? ¿Quién les enseña a diferenciar entre lo que quieren y lo que necesitan? ¿Quién les dice que está bien tener granitos, piel grasa o no usar suero de ácido hialurónico de tres fases?
El reto no es frenar el interés por el autocuidado, sino reencauzarlo. Acompañarlo con propuestas éticas, que entienden que cuidar la piel puede ser un acto de amor propio, siempre y cuando se haga con respeto, información y productos seguros. Porque si algo es claro, es que el skincare es un lenguaje nuevo que estas generaciones están aprendiendo a hablar. Y como todo idioma, lo importante es atenderlo, y saber cuándo y cómo usarlo.

